Bodegas de Santo Tomás celebra su 135 aniversario
Bodegas de Santo Tomás, la empresa vinícola más antigua de Baja California, festeja 135 años de historia con nuevas propuestas en enoturismo y un reconocimiento al valor de la tierra y de la sociedad de Ensenada
Evolución, creación y una visión dinámica ante los nuevos esquemas y perspectivas de la vitivinicultura mexicana, son elementos que convergen en la celebración de los 135 años de Bodegas de Santo Tomás, empresa que destaca no solo por su valor histórico en la industria del vino mexicano, sino también por su papel estratégico en la definición del renovado discurso que esta industria escribe en su interacción con los consumidores mexicanos y del mundo.
Bodegas Santo Tomás llega a esta celebración con buenos vientos, a pesar de la latencia del huracán Hilary en tierras ensenadenses, que más bien se perfiló con el gigante en el cielo que nos recuerda la fuerza y la preeminencia de la naturaleza en nuestras vidas y en nuestros haberes. Y si bien todo ello determinó que algunas actividades se pospusieran ese fin de semana, no fue motivo para cancelar la gran fiesta de aniversario que la bodega preparó en sus viñedos de la Cava de San Tomás, en el Valle de Guadalupe.
Un perfil amable y afectuoso envuelve a Santo Tomás en esta fiesta discreta, pero no austera; emocionante y emocionada; pero no impulsiva ni eufórica. Es la celebración de una empresa, de un emprendimiento, con los pies bien puestos en la tierra, así como sus vides. Con la dirección animosa, pero también muy racional, de Santiago Cosío, que ha trazado un concepto propio en la definición de una empresa de esta envergadura, reiterando siempre en su discurso el compromiso con México, pero especialmente con el terruño ensenadense y la sociedad que perfila su evolución.
“Estamos celebrando no solo 135 años de tradición, de pasión, de experiencia; de tecnología de punta, que va en función de cada época del año. Celebramos también nuestra conexión con la tierra, el vínculo que hemos hecho y mantenido con ella a lo largo del tiempo y que es uno de los factores que nos han llevado a seguir adelante”, expresa Cristina Pino, enóloga de la bodega.
Ella es precisamente uno de las figuras con su entusiasmo, creatividad y experiencia, que con su arraigo y respeto al Valle de Guadalupe, y todo lo que signifique este concepto en el imaginario colectivo, ha puesto su rúbrica en esta nueva etapa de Santo Tomás, con vinos que saben a modernidad, a actualidad, a búsqueda y a conversación abierta con los consumidores.
La tarde del 18 de agosto mostró toda la camaradería para esta fiesta, a pesar de que vides evidenciaban los caprichos del clima, que habían demorado la vendimia, y que el cielo de aborregados nubarrones repetía en su traza su voluble discurso. Aún así la tarde fue cálida, luminosa, complaciente para beber una o varias copas de Cantarranas, el pet-nat 100% Chenin-blanc que seduce y envuelve los sentidos y es la más sugerente invitación a disfrutar del entorno, de la conversación, de los sabores de la Baja y de las novedades que son parte esencial de esta celebración.
Bodegas de Santo Tomás está marcado por el trabajo de mujeres creativas, apasionadas, llenas de entusiasmo y visión. Y así como Cristina Pino escribe una página tan personal como colectiva en la historia enológica de la bodega, del mismo modo figuras como Keiko Nishikawa, gerente de Relaciones Públicas de la Bodega; y Rachel Julou, directora comercial y de Marketing, han sido parte imprescindible en la definición del perfil propositivo de la empresa. Han dado forma, cauce, lenguaje e interacción a una manera muy moderna de hacer vinos, pero sobre todo de hacerlos parte de la vida de una comunidad y traspasar las fronteras locales.
Bodegas de Santo Tomás ha apostado desde hace tiempo por el enoturismo, desarrollando diversos conceptos, desde la incipiente transformación de la Antigua Embotelladora, hasta la conformación de ambiciosos escenarios de turismo enológico en sus distintas cavas, sin olvidar desde luego la definición del Centro Cultural Santo Tomás, una aportación contundente al perfil de vida de la sociedad ensenadense, adentrándose literalmente en las raíces de la comunidad con espacio que exalta la historia del vino en esta población, pero que es más bien un detonador del espíritu, el carácter, la herencia viva de la ciudad en donde el arte potencia los valores individuales y colectivos de los ensenadenses.
Ahora, en esta fecha tan significativa, Rachel nos anunciaba el lanzamiento de una nueva propuesta de información e interacción con los visitantes que refuerza el sentido lúdico que ofrece Bodegas de Santo Tomás en cada uno de sus espacios.
Se trata precisamente de un gran espectáculo audiovisual que nos envuelve en la historia y el desarrollo de la Bodega y de la vitivinicultura de la región en un auténtico perfomance de luz, sonido, estímulos sensoriales para llegar al punto culminante del mensaje: la prevalencia, la importancia, la indiscutible relevancia de la gente que a través de acciones y presencias individuales definen la grandeza de una historia común.
En este momento trascendente de la historia de Santo Tomás y la industria vinícola ensenadense, la crónica de la celebración se centra en estaciones insuperables, como son ese sentido de comunidad, de lectura social que representa el cultivo de la vid y la producción vinícola; el sentido de pertenencia de y con la tierra, que hace que cada etapa, cada proceso, se convierta en un acto divino, religioso, de aventurada profanidad en el culto mismo a la tierra y sus caprichos y; por supuesto, un sentido de identidad que posiciona a cada cosecha, a cada añada, a cada producto, en un eje de identidad, de pertenencia, de vigencia y de valor, para ser eternos en la efimeridad de cada vendimia.